LITURGIA DE LAS HORAS

Invitación a orar con la Liturgia de las Horas
Recibí una sugerencia. Una persona me sugirió invitar a quien visite esta página Web a rezar la Liturgia de las Horas. Lo hago con gusto.
Para encontrar la Liturgia de las horas en Internet seguir los siguientes pasos:
1. Hacer clic en la siguiente dirección de la página Web donde vienen las horas de cada día: https://liturgiadelashoras.github.io/
2. Una vez que se ha ingresa a la página, buscar el día y hacer clic sobre el número. Se abrirá un menú.
3. En el menú de las diferentes horas del día hacer clic en la hora que se quiera rezar.
4. Rezar.
Para entender y gustar la Liturgia de las horas -compuesta en gran parte por los salmos- iré publicando algunas partes del libro Orar los salmos de Thomas Merton (DDB, Bilbao 2005, p. 9-11), un incomparable maestro espiritual[1].
Los salmos: oración de la Iglesia
¿Por qué los salmos han sido para la Iglesia su más perfecto libro de oración? ¿Cómo se explica que los salmos hayan llegado a constituir la mayor parte del Oficio que recitan sus sacerdotes y religiosos? ¿Por qué también el laico cristiano debería valerse de los salmos y utilizarlos en su oración a Dios?
¿Ama la Iglesia los salmos sencillamente porque son antiguos y venerables poemas religiosos? ¿Únicamente por un rechazo conservador del cambio? ¿O los utiliza porque es lo que Dios le ha ordenado? ¿Los canta simplemente porque son la palabra revelada por Dios?
En realidad, a la Iglesia le gusta lo que es viejo, no por ser viejo, sino más bien porque es "joven". En los salmos bebemos la alabanza divina en su fuente pura e inmaculada, en toda su sinceridad y perfección primigenia. Retornamos a la franqueza y el vigor juvenil con que los antiguos salmistas expresaron su adoración al Dios de Israel. Su adoración se intensificó por los inefables acentos del nuevo descubrimiento, pues los salmos son cantos de seres humanos que conocieron quién era Dios. Para que podamos orar bien, tenemos que descubrir también nosotros al Señor a quien hablamos. Y si recurrimos a los salmos en nuestra oración, tendremos una mayor oportunidad de participar en el descubrimiento que yace escondido en sus palabras para todas las generaciones. Porque Dios quiso revelarse a nosotros en el misterio de los salmos.
Los salmos no son únicamente la palabra revelada por Dios; y tampoco son sólo las palabras que, según El mismo nos ha indicado, le complace que le dirijamos. La Iglesia no ama el Salterio simplemente porque le ha sido impuesto desde fuera, por un mandato divino. El Salterio está íntimamente unido a las fuentes de su propia vida. Los salmos no son únicamente los cantos de profetas inspirados por Dios, sino los cantos de toda la Iglesia, la verdadera expresión de su más profunda vida interior. Las palabras y los pensamientos de los salmos brotan no solo de la inescrutable profundidad de Dios, sino del íntimo corazón de la Iglesia, y no hay otros cantos que expresen mejor su espíritu, sus deseos, sus anhelos, sus tristezas y sus alegrías.
La razón por la cual la Iglesia ama los salmos no es, por lo tanto, únicamente que Dios se los ha enviado desde su remoto cielo, sino que el mismo Dios se ha dado a ella en ellos, como si de un sacramento se tratara. La Iglesia se complace en cantar, una y otra vez, los cánticos de los antiguos salmistas porque en ellos canta su conocimiento de Dios, su unión con El.
Ahora bien, Dios se nos ha dado en Cristo. Los salmos están llenos de la Palabra encarnada. Y esto significa no sólo que David es "tipo" de Cristo, sino que todo el Salterio ha sido visto desde siempre por la Iglesia, en su liturgia, como si fuera un sumario y compendio de todo lo que Dios ha revelado. En otras palabras: los salmos contienen en sí mismos todo el Antiguo y el Nuevo Testamento, todo el Misterio de Cristo. Al cantar los salmos todos los días, la Iglesia canta, por consiguiente, el himno nupcial de su unión con Dios en Cristo.
Digámoslo con más claridad aún, la Iglesia ama los salmos porque en ellos canta su experiencia de Dios, su unión con la Palabra encarnada, su contemplación de Dios en el Misterio de Cristo.
La Iglesia recomienda los salmos a sus sacerdotes, a sus monjes y monjas, y también a sus laicos con el fin de que puedan tener "la mente de Cristo", para que desarrollen una vida interior que sea verdaderamente la vida de su Madre, la Iglesia. El hecho de cantar los salmos, de meditarlos, amarlos y usarlos en todos los momentos de nuestra vida espiritual, nos capacita para entrar más profundamente en esa participación activa en la liturgia que es la clave para una vida interior más honda y más verdadera. Si realmente llegamos a conocer y amar los salmos, nos adentramos en la experiencia que la Iglesia tiene de las cosas divinas. Empezamos a conocer a Dios como debemos. Por esta razón la Iglesia cree que los salmos son el mejor modo de alabar a Dios.
[1] Thomas Merton, Orar los salmos, DDB, Bilbao 2005, p. 9-11.
